Hoy que llueve,
hoy que hace frío y no paro de tiritar,
te escribo.

Te escribo para decirte que me he vuelto a perder.
Me he perdido entre el sí o no, y dejo que los extremos me abracen, me aprisionen, para que el «tal vez» se pierda en alguna cuerda vocal de las que se ha llevado tu ausencia.
Hoy te escribo para decirte que me he caído y que estoy de rodillas.
Y que me escuece como una bala sin orificio de salida, que entra, te retuerce, y no se va. Porque hay balas que no necesitan pistola, aunque sean de un calibre 17.
Hoy te escribo para decirte que no es un buen día, y que por eso, justo por eso, voy a sonreír.
Aunque al principio sea solo una máscara. Aunque al principio te engañe y te diga que estoy bien.
Tú solo créeme, porque sé que en algún momento mis pies volverán a crear un camino para que cuando me vuelvas a encontrar te sientas orgulloso de mí.
Créeme, porque cada día aprendo.
Porque mis demonios me sorprenden y aparecen por todas partes. Pero ya no les tengo miedo. Son parte de mí, o yo parte de ellos -según se mire-.
Y sé que no se irán así que estoy aprendiendo a dibujarles una cara más amable.
Hoy te escribo para decirte que te echo de menos, como nunca antes, como siempre. Y que eso me da alas, me impulsa, y me enseña a lamerme las heridas.
Aunque sé que hay heridas que nunca terminan de curarse, yo las voy desinfectando, por si acaso.
Asique créeme cuando te digo que algún día, lo conseguiré.

Hoy voy a sonr3ir, ¿te apuntas?